El holocausto del que fueron
víctimas los judíos de Europa, provoco que muchos niños judíos fueran adoptados
por conventos católicos. No se trataba de una acción misionera, sino que
los pobres padres que querían salvar las vidas de sus hijos, elegían a veces
este camino. Dejaban entonces bebés y niños en los orfanatos de la
Iglesia. Allí estos recibían alimento y protección. Miles de niños se
salvaron así de las cámara de gas.
Concluyó la guerra. Se detuvo la
máquina de exterminio nazi. Muchas asociaciones y centros de
refugiados, se ocuparon de volver a reunir familias y registrar datos. Mas los
desaparecidos, superaban en número, miles de veces a los que eran
hallados.
Lentamente, comenzaron a llegar
noticias sobre los niños que fueron
depositados en las iglesias. Se
descubrió que gran parte de los chicos que se encontraban allí, no eran
reclamados. Fue enviada una comisión integrada por los rabinos Silver y Gurfinkel
desde USA y Gran Bretaña para tratar de devolver a estos niños al seno de su
Pueblo.
Los rabinos se dirigieron al primer
convento y pidieron hablar con la
máxima autoridad. "Por supuesto que
no nos oponemos que los niños vuelvan a sus hogares, a ver a sus
familiares". ¿Pero... cómo sabrán distinguir cual niño o niña es judío?. Nosotros no
acostumbramos a señalar el origen o religión de los chicos.
"Pues la lista de nombres nos
ayudará", contestaron. " La revisaremos y aquellos que suenen como judíos,
nos demostrará su origen".
"No, no, no; ¡no acostumbramos a
hacer las cosas así!", dijo el cura
enfurecido. " Tenemos que ser
detallistas al máximo. No es posible dejar ni una posibilidad de error. Exijo
seguridad y pruebas fehacientes en un cien por cien, no menos. Tomen el ejemplo
del apellido Miller. Ustedes dirán quese trata de alguno de origen judío.
Sin embargo hay cientos de personas que se llaman así y no son judías.
El mismo caso es con los Raijman o Daitch. Son apellidos populares de alemanes
y polacos. No es posible liberar niños,
por el mero sonido de un
nombre.
Los Rabinos intentaron convencerlo
con buenos argumentos,
pero él seguía con la suya. "Solo permitiré que se retiren niños con la total seguridad
de que son judíos".
¿Qué hacer? La mayoría de los niños fueron
separados de sus familias cuando eran muy pequeños y no podían recordar por sí
solo sus orígenes.
¿Documentos? Imposible encontrarlos
después de semejante destrucción.
Los Rabinos hicieron un nuevo
intento para convencer al sacerdote y éste perdió la paciencia. "Lo siento
mucho. Ya les di demasiado de mi tiempo. Decidan ya que hacer. Les otorgo
solo tres minutos". Parecía que todos los esfuerzos iban a caer en saco roto.
El corazón de los Rabinos se partía del dolor. De acuerdo a la información
que tenían, decenas de niños judíos se
hallaban en este convento, y solo
contaban con tres minutos... Los labios murmuraron una pequeña plegaria al
Amo del mundo, para que los ilumine con una idea que permita discernir entre
cientos de niños y niñas, que eran Yehudim y sólo en tres minutos, que
es lo que tenían permitido.
Sus rezos fueron escuchados. A la
mente de uno de los Sabios llegó una increíble idea. "¿Podemos utilizar
los tres minutos cuando queramos?"
"Si" fue la respuesta.
"Entonces, vendremos cuando lo niños
se acuesten a dormir".
"A las siete en punto", fue la respuesta del cura, que no ocultaba su desdén por la testarudez
y perseverancia de los Rabinos y esperaba ansiosamente la llegada de
la hora señalada, para saber realmente
qué es lo que tramaban.
¿Para qué irse y volver?
Cuando el reloj dejó oír
las siete campanadas,
todos los pupilos se encontraban, después de un pesado día, acostados en sus camas,
ordenadas una al lado de la otra en el gran salón.
Los Rabanim caminaron hacia el
centro de la habitación. Uno de ellos se paró sobre un pequeño banquillo y
esperó. Un silencio total reinó allí.
De todas partes, pequeños ojitos se
dirigían a él. Y así
con voz calma, el Rabino pronunció seis palabras que penetraron
en la sala de punta a punta:
"Shemá Israel Adonai Elokenu Adonai
Ejad" (Oye
Israel, D's es nuestro D´s, D's es
uno).
En un instante se oyeron murmullos
de todos los extremos del salón.
Vocecitas con llantos y palabras
entrecortadas: "Máme", "Mámele", "Mamá".
Cada niño en su lengua, buscaba a su
madre. A ella, que unos años antes, en el momento de acunarlo y taparlo
cada noche antes de dormir, y antes de darle el beso de "buenas noches", le
susurraban al oído estas palabras, que son la base de la Fe judía.
Palabras que todo niño judío sabe: "Shemá Israel Adonai
Elokenu Adonai Ejad".
El sacerdote bajó la vista. Los
Rabinos lo lograron. Pudieron liberar
a los niños perdidos.
Los pocos segundos que
cada madre dedicó noche a noche
al acostar a sus niños, fueron
los que mantuvieron unidos a su pueblo.
d/a | |||
viernes, 20 de abril de 2012
El Shemá Israel de mamá
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