La práctica de la medicina nos demuestra que no
existen enfermedades sino enfermos, por lo que la manera y modo de enfermar de
una persona, manteniendo una sintomatología común, siempre conserva unos
matices condicionados por las circunstancias personales, familiares,
geográficas, genéticas etcétera, de tal manera que la dinámica y evolución de
la enfermedad se diferencia claramente y por lo tanto también su pronóstico.
También se contempla que cuando una persona enferma de cierta entidad, toda la
familia enferma, y esta verdad se hace evidente en las drogodependencias, por
eso la presencia, implicación y participación de la familia en los
tratamientos es importante y necesaria;
las escuelas de padres se imponen como factor terapéutico, aunque realmente la
figura que “buscamos” con especial interés es la madre, ¿por qué?
Desde que iniciamos el primer programa de
metadona (1978) en el Hospital Noble,
tenemos argumentos acumulados para afirmar que las madres son las que verdaderamente
padecen y sufren las drogas y que son singulares terapeutas en el proceso de su
curación. En principio, son incentivadoras “viscerales” de ilusión y esperanzas
que son eficaces y eficiente “fármacos”, pues en la enfermedad de la droga,
triunfar es muchas veces ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo, y
queriendo fervientemente “salvar” a sus hijos, lo hacen también con su familia.
Son inmunes al desaliento,
persistentes, sufridas, lo aguantan todo, lo soportan todo, lo perdonan todo...a
pesar que se saben engañadas, pero siguen adelante dando ánimos y alentando
contra toda desesperanza. Nos enseñan que el amor es un movimiento interno que
transforma en valiente a toda persona, y de manera especial allí donde se
encuentra la falta, encuentra el remedio; desde luego es el que evitando
errores, hipoteca los fracasos. Practican de forma magistral el arte de
comprender, entender y ayudar, y por eso se encuentran ávidas de las informaciones de los
profesionales y aunque “el silencio madura la espera, el amor no soporta el
silencio” y por eso, liberadas de complejos y vergüenzas, preguntan, preguntan
y preguntan, y nos hacen reflexionar sobre aspectos técnicamente importantes que apenas habíamos valorado.
Es iluminador para los
profesionales conocer a estas madres, pues nos descubren dimensiones del
pensamiento en que el concepto de imposible lo tienen muy discernido y nos
enseñan que esa palabra representan los límites que nosotros mismo le ponemos a
nuestras potencialidades mentales; son las neurociencias las que informan de
esta gran verdad que nos estimulan para activar nuestros recursos cerebrales,
que hasta ahora se presentan como ilimitados. Su pasión por ayudar su hijo
consolidan una actitud permanente de construir y haciendo posible todo lo
posible, empañan con intensidad el cristal con el que se ve lo imposible.
Creer en algo es trabajar para
crear las condiciones idóneas para que pueda hacerse realidad aquello en lo que
creemos: ellas creen firmemente que sus hijos se van a curar, y esto es una
convicción que la transmite a los que la rodean e hipotecando las dudas que en
muchas ocasiones frenan a los profesionales, y nos hacen despertar y salir de
una indiferencia provocada por las recaídas frecuentes de estos enfermos. Y es
que no es difícil conseguir que una persona deje el consumo de una droga, pues
el verdadero problema es mantenerlo en la abstinencia y recuperar afectos,
emociones y sentimientos, y estos objetivos son lo que de manera prioritaria
alcanzan las madres como auténticas protagonistas de la historia, pues “llorando, buscan la esperanza en su dolor” y
consiguen con la bondad, que siempre es superior a la inteligencia, lo que las
técnicas, terapias o fármacos no logran alcanzar, porque sigue de actualidad
“que donde no llega la ciencia, llega el corazón”
Expreso en este artículo mi devoción,
respeto, cariño y agradecimiento a todas las madres, heroínas anónimas, que me
han mostrado su amor en mi ejercicio profesional: son las que en múltiples
ocasiones me han iluminado y fortalecido, alejando desalientos, cansancios,
sombras y oscuridades. De manera muy particular han sido y son las “culpables”
que me han permitido encontrar un sentido a la vida, que es también el objetivo
principal que intento alcanzar en los abordajes terapéuticos con estos
enfermos: trabajar para que ellos consigan las respuestas que le orienten en la
dirección que le quieren dar a sus vidas, pues sabiendo hacia dónde van, “todos
los vientos le serán favorables”.
No es accidental que al mes de
Mayo se le asocie a la explosión de vida, alegría, energía y luz, y que se
identifique secularmente con la figura de la madre... y es que sin madres el
mundo no existiría o no merecería la pena que existiera.
José Rosado Ruiz. Médico Especializado en Drogodependencias.
éste es un serio problema a nivel internacional, emparentado con el vacío espiritual por un lado y por otro por la dependencia que genera la misma sociedad de consumo. Existe como un vacío mal llenado. Mis saludos, estimada Larah
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